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martes, 22 de noviembre de 2016

''La migración santafesina y su rol dentro de los establecimientos productivos de Buenos Aires hacia mediados del siglo XVIII'', en Diario Entre Ríos Ya, 20 de agosto de 2016.

  Un factor determinante dentro de la sociedad y la economía rural en el Río de la Plata colonial fue, sin lugar a dudas, el movimiento de campesinos y familias enteras desde un punto a otro, por diversas razones relacionadas con las características estructurales de estas sociedades de frontera abierta: chacras y estancias sin cercos, fácil acceso a la tierra y al ganado, la posibilidad de ataques indígenas constantes, sequías e inundaciones, etc.
  Y las migraciones estuvieron lejos de carecer de importancia dentro de nuestra región. En el caso de este artículo, me propongo acercarme un poco a los migrantes santafesinos que terminaron asentándose en los pagos rurales de Buenos Aires, caracterizarlos desde el punto de vista socioeconómico y laboral.
  Gracias a los datos disponibles (padrones de la campaña bonaerense de 1726 y 1744), podemos encontrarnos frente a distintas realidades. Lo que quiero decir es que no todos los campesinos provenientes de la jurisdicción del Cabildo de la Ciudad de Santa Fe (algunos de los cuales venían de las tierras que hoy corresponden a la Provincia de Entre Ríos) vivieron la misma realidad al asentarse en estos territorios. Por ejemplo, el pago de Los Arroyos (empadronado desde la capital porteña) estaba conformado en 1726 por 42 jefes de familia oriundos de Santa Fe (sobre un total de 49 unidades productivas, lo cual nos da un abultado 85,7%). En cuanto a sus condiciones materiales y laborales, vale la pena marcar que todos dependían casi exclusivamente de la mano de obra familiar, y que estaban asentados en terrenos aparentemente pequeños, ya que no se registró ningún estanciero entre ellos. Podríamos acercarnos a la idea de que fue una localidad rural que nació con la migración santafesina, caracterizada por ser campesina y familiar.
  Sin embargo, en el mismo censo me encontré con santafesinos en otras condiciones. El capitán Jacinto Verdún, quien vivía en el pago de la Costa (actual Norte del Conurbano Bonaerense), era propietario de tierras de chacra, además de ostentar cierta jerarquía militar. Ésta zona, casi exclusiva de tierras denominadas como chacras, estaba directamente vinculada a la producción triguera y forrajera para el mercado de la ciudad. Distinta era la realidad de Nicolás Verón, poblador del pago de Luján, el cual vivía y trabajaba junto a su esposa y sus dos hijos, sobre tierras que no le pertenecían (estaba ‘‘en compañía’’ de la vecina Ana de Brito). Misma situación era la de María Frías, una viuda que contaba con la asistencia de sus 7 hijos, todos agregados de Isidro Rodríguez. La agregación era una relación muy difundida por la campaña bonaerense, y la misma consistía, básicamente, en el pago con trabajo para el estanciero o chacarero a cambio de que éste concediera el usufructo de una parcela para el campesino necesitado y su familia.

  Otra forma de insertarse en la sociedad y en la economía de aquella época era ofrecerse como peón. Este fue el caso, entre otros, del criollo Carlos Martínez, residente en la Capilla de Luján, el cual trabajaba como peón en la estancia de doña Magdalena Gómez, una estanciera distinguida del lugar. Dentro del mismo partido podían existir varias realidades, ya que también allí se encontraron casos de agregación, como fuera el de Marcos de Acosta, casado y con 5 hijos, todos agregados de Juan Lobo desde 1724.
  También estuvieron aquellos que pudieron instalarse como pequeños productores independientes. Un ejemplo es el de Tomás González, un español de Santa Fe que aparentemente no contaba con otra cosa más allá de la fuerza de trabajo de su núcleo familiar (su esposa y sus 8 hijos). Desde el punto de vista productivo, no podría decirse que estos migrantes hayan sido labradores o pastores de manera excluyente, sino que predominaron los que complementaban la ganadería en pequeña escala con la agricultura. Juan Joseph Basualdo, por ejemplo, quien fue registrado en Arroyo Seco en 1744, no era dueño de sus tierras y vivía con su familia (su esposa y 2 hijos), y reconocido como carretero y criador de muchos ganados menores y mayores. Ramón Venecia, empadronado en las costas del Paraná ese mismo año, era un peón conchabado que a su vez cuidaba de sus propios animales. Hernando Moreyra y Bartolomé Lezcano, vecinos del anterior, fueron anotados como ‘‘labradores criadores de ganado’’. Esto tiene que ver con varias cuestiones como el carácter diversificado de la economía rural bonaerense, y con la necesidad de responder a la mayor cantidad de mercados posibles (abasto de carne local, producción de cueros que terminaban siendo exportados, o mulas para enviar al Norte minero, etc.).
  El caso del partido Ramallo en 1744 constituye una particularidad, ya que además de estar compuesto en su mayor parte por santafesinos, éstos eran campesinos que se pudieron acomodar como productores diversificados en tierras ajenas. Eran labradores, pastores de ganado menor y mayor, se dedicaban al comercio minorista en carreta, peones conchabados y agregados, según el momento. Dichos datos ayudan a apreciar el predominio de los pequeños productores entre quienes llegaron desde Santa Fe a Buenos Aires.
  Por otro lado, estuvieron quienes se pudieron convertir en estancieros, como fue el caso de Luis Gómez, vecino de Cañada de la Cruz, del cual solo sabemos que vivía con su mujer y sus 4 hijos en tierras de estancia que eran de su propiedad. En Las Conchas, que era una zona más bien cerealera, me encontré con migrantes que aparecen como propietarios chacareros, como fueron Cristóbal Gómez y Diego Florentín Gómez, dedicados principalmente a la producción y comercialización de trigo.
  Todos los datos y casos enumerados y explicados bastan y sobran para que podamos llegar a por lo menos una conclusión clara: la gran mayoría de los campesinos que llegaron desde la jurisdicción del Cabildo de Santa Fe se asentaron en tierras de otros bajo distintas condiciones de vida y trabajo, y como pequeños productores independientes, mientras que los que fueron importantes estancieros y chacareros propietarios constituyeron una minoría. Asimismo, todos intentaron formar parte de los circuitos económicos al complementar la ganadería diversificada con la producción triguera.

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