Las
vaquerías rioplatenses desde una problemática puntual: el cabildo de Santa Fe
y su intervención en la concordia con
Buenos Aires y la Compañía de Jesús, 1721-1726
Mauro
Luis Pelozatto Reilly[1]
Introducción
Las vaquerías comprenden el primer tipo de
explotación económica practicada sobre el ganado vacuno en la región del Río de
la Plata. Desde las fundaciones de las plazas de Santa Fe de la Vera Cruz y
Buenos Aires, a partir de la dispersión de los animales que habían traído
consigo los conquistadores españoles, se fue generando el bovino cimarrón,
recurso central para estas prácticas. Cuando decimos ‘‘vaquerías
tradicionales’’, nos estamos refiriendo básicamente a las expediciones de caza
de vacunos salvajes, las cuales eran organizadas por las autoridades locales y
vecinos criadores de la jurisdicción. Por sus características estructurales
este tipo de ganadería traería problemas, sobre todo vinculados a la escasez de
animales para satisfacer las demandas, y debido a su carácter destructivo
llegarían a su extinción hacia mediados del siglo XVIII[2].
En la Banda Oriental (territorios correspondientes a la gobernación del Río de
la Plata y al cabildo de Buenos Aires) y parte de lo que hoy conocemos como la
Provincia de Entre Ríos, la situación sería marcadamente diferente, ya que
–como veremos en fuentes bibliográficas y oficiales-, el vacuno cimarrón abundó
hasta bien entrada la centuria y hacia fines del período colonial[3].
Una característica muy importante que
tuvieron fue la de responder a diferentes mercados dentro y fuera del espacio
colonial: el abasto de carne local, la producción de piezas de sebo y grasa
para consumo interno y regional, las recogidas de animales para enviar en pie a
otros puntos como el Norte minero (Potosí), o bien para repoblar estancias de
la jurisdicción, entre otras variantes[4].
El objetivo de este trabajo consiste en
apreciar y caracterizar cómo el cabildo de un lugar específico dentro de la
región del Litoral Rioplatense (Santa Fe), trató los distintos problemas
vinculados a las vaquerías, recogidas y faenas de la ganadería vacuna, cómo
intervino en función de las múltiples alternativas mercantiles que a ésta se le
presentaban y ver algunas tendencias en la orientación de sus políticas
económicas en el marco de una coyuntura en particular: la concordia establecida
por los derechos de acción sobre los vacunos de los campos ubicados entre los
ríos Uruguay y Negro, más los de la Banda Oriental, entre Santa Fe, Buenos
Aires y los representantes de la Compañía de Jesús entre 1721 y 1726 (en este
último año se volvió a tratar el tema de la distribución de haciendas[5]
obtenidas de las recogidas). A partir de los datos elaborados con información
brindada por las actas capitulares, se intentará enumerar y describir las
diversas problemáticas que se dieron durante dicha concordia y relacionarlas
con los rasgos de la economía pecuaria en general. En definitiva, se busca
especificar aún más sobre una temática abordada por el autor en trabajos
anteriores: la utilización de cimarrones disponibles en ‘‘la otra banda’’ (en
el caso de Santa Fe, del otro lado del Río Uruguay), entendida como territorio
alternativo que brindaba recursos indispensables para ciudades como Santa Fe en
este caso, o bien Buenos Aires y Montevideo en su momento[6].
Entre
faenas y recogidas
Si bien suele generalizarse a todas las
prácticas sobre el ganado vacuno salvaje y alzado como ‘‘vaquerías’’, es
preciso hacer algunas distinciones dentro de las mismas. Por un lado estaban
las expediciones de caza destinadas a hacer piezas de sebo, grasa y extraer
cueros de los bovinos cimarrones, las cuales perduraron en Santa Fe hasta 1750,
pero que se terminaron en Buenos Aires hacia 1723, año en el cual se expidió la
última acción sobre el ganado cimarrón en beneficio de doña Bárbara Casco de
Mendoza[7].
Por
otra parte estaban las recogidas de ganado salvaje que se realizaban en puntos
como los campos de la Banda Oriental (en donde todavía quedaban muchos animales
para aprovechar), con diversos fines como traer vacas para el mercado de la
carne o para repoblar estancias. Se trata de los que Juan Carlos Garavaglia
identificó como ‘‘ganado invernado’’ en Buenos Aires desde 1719, haciendo
referencia a los repoblamientos de estancias de este lado del Río de la Plata[8].
Existen innumerables ejemplos sobre esto, algunos de ellos muy ilustrativos,
como cuando en 1726 don Gerónimo de Escobar le pidió permiso al cabildo de
Buenos Aires para vaquear y hacer 100 piezas de sebo y grada en los campos
orientales, lo cual le fue permitido con la condición de que trajera todos los
productos para el mercado de la ciudad[9].
Ese mismo año, se le dio licencia bajo los mismos términos a Juan de Soria para
que hiciera 50 piezas de sebo en la misma región, designándose al fiel ejecutor
como encargado para controlar las faenas y sus productos[10]. Más
claro es todavía el caso de las recogidas hechas por Juan de Rocha en 1726, las
cuales trajeron más de 13000 cabezas a esta banda del río para el abasto local[11]. En
el caso de Santa Fe, como veremos, la alternativa se buscaba fundamentalmente
en los campos entrerrianos (otra banda del Uruguay).
En esta
parte, es necesario hacer una diferenciación entre el ganado cimarrón o salvaje
y el alzado. Cuando hablamos de este último, nos referimos a aquellos que se
escapaban de las unidades productivas de la campaña y se libraban a pastar
libremente, lo cual es característico de una economía ganadera a campo abierto.
Según Carlos Mayo, los orígenes de la estancia colonial deben ser rastrados en
este sistema de pastoreo nómade, donde el ganado comenzó a ser vigilado,
marcado y castrado, gracias a la tendencia natural de los animales a
congregarse cerca de las fuentes de agua. Siguiendo esta postura, a medida que
se fue agotando el cimarrón, se fue consolidando la cría de este tipo de
haciendas en los establecimientos rurales[12].
Osvaldo Pérez nos presenta otra utilización para el término ‘‘alzados’’, además
de la caracterización ya explicada: la denominación de bestias como tales
posibilitó que grandes cimarronadas fueran consideradas de propiedad privada
por encontrarse cerca de las estancias o porque entre las mismas se mezclaban
algunos animales marcados por los vecinos criadores. En el Uruguay, esta
situación fue aprovechada, junto con la concesión de extensos terrenos para
pocos terratenientes hicieron posible la difusión de un sistema de explotación
de cría silvestre conocido como ‘‘estancias de alzados’’[13].
Para el margen occidental del Río de la Plata no existen muchos casos, aunque
sí algunos muy representativos, como el de don Juan de Rocha: en 1749, el
vecino Domingo Díaz envío una carta en la cual
informaba sobre que se había encontrado con el recogedor Gutiérrez en una de las estancias del difunto
Juan De Rocha. Gutiérrez traía el ganado recogido en presencia de ‘‘buenas
personas’’, argumentando que había entrado a la campaña a hacer la recogida por
orden de Gaspar de Bustamante, Alcalde Provincial. Para demostrarlo, le mostró
a Domingo Díaz la orden de dicho Alcalde. Se hallaron 700 cabezas de ganado
vacuno entre grande y chico, además se registraron 130 orejanos, y el resto
eran animales con diferentes marcas y señales, las cuales no se identificaron todas
debido a su variedad. El Capitán Tomas Billoldo, que había venido con su gente
del pago de la Magdalena ,
recogió 134 cabezas que les correspondían a él y a otros vecinos según sus
marcas, presentando las órdenes que le dieron los mismos para que las recogiera.
Se le obligó a dar cuenta de ello[14].
En este ejemplo se ve claramente como un antiguo recogedor de ganado como
Rocha, pudo generar ciertas haciendas juntando alzados, entre los cuales se
encontraron señales de otros vecinos.
En la Banda
Occidental de Buenos Aires y Santa Fe (desde 1723 y 1750, respectivamente), se
entiende como recogías a aquellas que se hacían sobre animales alzados, ya que
el cimarrón estaba extinto, y cuya finalidad era fundamentalmente reordenar y
poblar las estancias de los vecinos[15].
Tal fue el caso del ya mencionado Billoldo, quien encontró algunas de las
cabezas que le pertenecían y tenían sus marcas entre las haciendas de Rocha en
La Matanza[16].
Casos como éste predominaron más que nada desde la década de 1740, como cuando
en 1748 el Alcalde Provincial, Gaspar de
Bustamante, informaba acerca de los excesos que se venían cometiendo durante
las ‘‘calamitosas secas’’, las cuales causaron que los ganados se
hallaran ‘‘dispersos de sus criaderos’’, habiendo
vecinos que practicaban sin permiso las recogidas de los mismos. Finalmente,
decidió ordenar que nadie saliera a hacer las recogidas sin su licencia
correspondiente, la cual debía ser presentada en el juzgado[17].
En este último punto puede verse algo interesante para esta investigación como
la intervención del cabildo en la regulación de las autorizaciones para hacer
las recogidas de este tipo.
El
cabildo y las vaquerías
Como se ha
dicho antes, las vaquerías eran expediciones de vecinos y peones armados que se
internaban en la campaña para buscar y cazar bovinos salvajes. Al cabildo le
correspondían algunas funciones de importancia, orientadas fundamentalmente a
combatir los excesos sobre el recurso en cuestión ya desde comienzos del siglo
XVII, se lo podía encontrar nombrando a vecinos como accioneros sobre el
cimarrón justamente para reconocerles derechos de propiedad sobre los mismos y
limitar las matanzas indiscriminadas[18].
Por otra parte, tenía las funciones de organizar las faenas, conceder licencias
para hacer piezas de sebo y grasa o recoger animales, negociar los ajustes de
cueros con los demandantes y ocuparse del abasto de carne local[19].
Respecto a
las expediciones en general, el cuerpo se encargaba de organizar las que
corrían por cuenta de la ciudad, o de discutir y resolver los cierres,
suspensiones y aperturas según lo creyera conveniente para controlar el stock ganadero disponible. Por ejemplo,
en enero de 1723 los cabildantes mandaron a suspender las vaquerías en su
jurisdicción y solicitaron que se hiciera lo mismo en Corrientes[20].
Ese mismo año se suspendieron 5 de las 6 vaquerías que habían sido concedidas
el año anterior, por pedido del procurador general, quien consideraba su
realización como algo perjudicial para el abasto de la población[21]. Más
adelante, negociaron el cierre de este tipo de actividades productivas con las
jurisdicciones de Buenos Aires y con el director del colegio de los jesuitas,
discusiones que llegaron incluso hasta el gobernador rioplatense Bruno Mauricio
de Zavala. Finalmente los jesuitas aceptaron la propuesta con la condición de
que todos los vecinos retiraran sus tropas de los campos orientales, y de que
no se hicieran invernadas de ganado cerca de aquellas tierras[22].
Entre las prioridades de las autoridades, se
destacaba el abasto de carne. Este consistía básicamente en sacar pregones y
rematar el derecho de abasto sobre la persona del mejor postor, por lo general
un hacendado de la ciudad[23].
Esto puede apreciarse no solamente en las medidas directas en torno a esto,
sino también por cómo regulaban las vaquerías, recogidas y extracciones en
función de este interés puntual. Por ejemplo, en 1725 el procurador general presentó una petición
informando la escasez de ganado para el abasto y el impedimento para pasar los
vacunos desde la otra banda del Paraná debido a la creciente del río. Ante
esto, decidieron comprarle 500 cabezas a 5 reales cada una al vecino de Buenos
Aires don Juan de Rocha, quien había hecho recogidas en los campos del Uruguay[24].
El problema es que el susodicho se negó a vender las 500 cabezas necesarias,
ante lo cual discutieron qué hacer, y como consecuencia le negaron una licencia
por 2000 cabezas al sargento mayor Alonso de los Reyes[25].
Finalmente resolvieron darle tal permiso, pero con la condición de que diera
100 de esos vacunos para las obras públicas y 200 para el mercado local[26].
A su vez, la sala capitular intervenía
directamente sobre las faenas, sobre todo ante determinados excesos. A
comienzos de 1723, debido a los desórdenes acontecidos en
la otra banda del Paraná, se designó al capitán Andrés de la Bastida para
verificar las extracciones de sebo y grasas, revisar que se hicieran las
recogidas permitidas e impedir las ilegales[27]. Más adelante, se especificaron
las funciones del comisionado de la Bastida respecto a las vaquerías: el
control de los excedentes, los animales recogidos sin licencia y el embargo de
los mismos[28].
Al año siguiente, el apoderado en Corrientes, José
Márquez Montiel, envió la información levantada por el capitán de guerra de
aquella ciudad, acerca de los excesos que cometían sus vecinos en Santa Fe incumpliendo
las prohibiciones, destacándose el teniente de gobernador, quien había sacado
200 animales sin permiso[29]. Luego, se mandó al
apoderado en Corrientes a que practicara las diligencias correspondientes para
frenar los excesos en las vaquerías y faenas[30]. En todos estos casos
mencionados, puede percibirse la preocupación del cabildo por frenar los abusos
sobre el ganado, entendiéndolo como un recurso fundamental, y además cómo se
daba prioridad a los vecinos santafesinos por sobre los de otras villas como
Corrientes. Al mismo tiempo, las funciones de los encargados o comisionados con
atribuciones sobre estos problemas eran básicamente las mismas: control,
registro y embargo de animales recogidos o faenados ilegalmente.
Otro punto
fundamental que aún no fue descripto tiene que ver con las licencias para
vaquear y faenar, las cuales datan desde al menos comienzos del siglo anterior,
y que tenían como fin controlar la explotación. Durante el período de la
concordia, tanto Santa Fe como su vecina Buenos Aires dieron y negaron este
tipo de permisos según el caso, aún fuera de los territorios donde regía el
acuerdo entre ambas jurisdicciones y la Compañía de Jesús. Por ejemplo, en 1721
se dio licencia al sargento mayor José de Aguirre[31]. Días después, le dieron
licencia a don Juan Eusebio de Chávez para recoger 2000 cabezas para el abasto
de la ciudad, disponiéndose que los 8000 pesos correspondientes se abonarían
una vez finalizada la expedición[32]. Al año posterior, el procurador general manifestó que ya se habían concedido 6 licencias
el año anterior sobre la acción de la ciudad en la otra banda del Paraná,
solicitando que se suspendieran 5 de las mismas, lo cual fue aceptado por el
cabildo para limitar el consumo de vacunos[33]. En la parte del cabildo
porteño, el procedimiento era el mismo: en 1723, se concedió licencia a don Andrés López Pintado, vecino de la ciudad
de Santa Fe, quien ofrecía dar 12.000 cabezas de ganado
para el abasto[34]. En noviembre de 1724 se dio
lugar a Jorge Burjes para hacer recogidas y matanzas de ganado en la zona de
Montevideo, en la cual era poblador[35]. Casos como éstos, de
licencias ‘‘normales’’ (en el sentido de que no hubo inconvenientes ni
procedimientos fueron de lo común), abundan y no es necesario citarlos a todos para
percibir las prioridades del cabildo. Al igual que en Santa Fe, los porteños
también suspendieron faenas o licencias por considerarlas excesivas.
Ahora bien, el caso de la concordia celebrada entre las 3 partes ya mencionadas, constituye un caso muy particular que merece ser tratado por separado por varias razones: en primer lugar, porque las discusiones permiten ver más de cerca y de forma puntual las principales preocupaciones del ayuntamiento; en segundo término, porque se puede apreciar la jerarquización existente entre las distintas jurisdicciones desde el punto de vista de la gobernación rioplatense; por último, porque en el caso aparecen intervenciones relacionadas a todos los puntos desarrollados en los apartados anteriores.
La
concordia y sus discusiones (1721-1726)
Los acuerdos
que tuvieron lugar desde 1721 por el derecho de usufructo de los ganados de los
campos de la Banda Oriental o del actual territorio de la provincia argentina
de Entre Ríos no fueron para nada sencillos, y trajeron consigo varios
problemas y discusiones, sobre todo por las jurisdicciones territoriales y
sobre el ganado. Un punto detonante para las tensiones entre Santa Fe, Buenos
Aires y los jesuitas fue la redistribución de los ganados recogidos por las
expediciones de la concordia, ya desde la primera vez en 1721 cuando se
otorgaron 12000 cabezas para Buenos Aires y 6000 para los santafesinos,
obligándose a ambas a que remataran las vaquerías correspondientes[36] .
Más adelante, se recibió una nota del apoderado, el maestre de
campo Francisco de Vera Mujica, quien informaba que se había finalizado el
litigio sobre la acción del ganado cimarrón en los campos ubicados entre los
ríos Uruguay y Negro, celebrado entre Santa Fe, Buenos Aires y los jesuitas,
habiendo un juicio por límites entre las dos primeras[37]. Este conflicto se desató
principalmente por el malestar entre los santafesinos, quienes consideraron
siempre injusto que hubiese tanta diferencia a favor de Buenos Aires, y por eso
consideraban al acuerdo como perjudicial para el vecindario. Si bien en 1722 el
cabildo bonaerense aceptó la negativa de Santa Fe, siempre hubo preferencia en
los repartos a favor de los primeros, y la supremacía porteña se confirma
cuando ante las 6.500 vacas que pedían los santafesinos (se les habían asignado
6.000), aceptaron la cantidad por fijándoles un precio de 5 reales por cabeza[38] . Si avanzamos más en el
período, vemos que las diferencias continuaron hasta el final, lo cual queda de
manifiesto cuando el procurador general José Márquez Montiel, ante el decreto
del 20/10/1721, sostuvo que: 1) el rechazo no se debió “ni al estado de la dependencia ni al bien
público ni a la judicial forma de derecho establecida y practicada en esta
ciudad...”; 2) que el cuerpo al resolver por sí propio, “sin noticia ni voz del
Procurador”, fue Juez y parte; 3) el grave daño que la medida ha provocado, al
estar la ciudad en continua guerra contra los indios, sus pagos despoblados,
sin mantenimientos y expuesta al creciente desalojo de los vecinos. Solicita se
de cumplimiento a la concordia[39]. En síntesis, se terminó
aceptando lo establecido por no tener la jurisdicción medios necesarios para
sobrevivir sin la necesidad de recurrir a Buenos Aires.
Pero no
todo era beneficios y tranquilidad para los capitalinos, que tuvieron que
lidiar con varios problemas durante el mismo período. Y los conflictos de
Buenos Aires se concentraron en relación a los jesuitas en los territorios
actualmente uruguayos. Un caso muy valioso se dio durante 1723, cuando se trató sobre la vaquería que se quería
realizar en el Uruguay, considerando perjudiciales las 30.000 cabezas de ganado puestas en Santa Fe
establecidas en la concordia con la
Compañía de Jesús, por la posibilidad de que hubiese fraude
para conseguirlas y reunirlas, se asignaron 10.000 al rematador de refacción sobre las otras
30.000. Se decidió proceder esa tarde al remate de dicho ganado, citando a las
partes para que estuvieran presentes, el rematador y los representantes de la
Compañía[40]. Este
ejemplo nos proporciona varios datos relevantes: a) la gran cantidad de ganado
que se recogía en los campos orientales, bastante por encima de las cifras
encontradas para la jurisdicción del cabildo de Santa Fe; b) la posibilidad de
representación para todas las partes interesadas; c) la intervención directa
del cabildo porteño en un tema que comprometía a varios puntos de la región; d)
la estrategia de dividir la cantidad total en porciones menores para facilitar
la repartición y así evitar los fraudes que pudieran surgir. Dos años más
tarde, el conflicto con los jesuitas seguía, cuando entre otras cosas el alférez real denunció
ante el cabildo que se
estaban realizando vaquerías en la Banda
Oriental en contra de lo estipulado en las concordias con los
jesuitas[41]. Resumiendo,
los principales dolores de cabeza para la capital de la gobernación vinieron
por las distancias con los jesuitas, quienes buscaban tener un fuerte
protagonismo económico en la región mediante la contradicción de los acuerdos
que querían imponerles o fraudes para beneficiarse de los cimarrones. Resulta
obvio que desde la ciudad-puerto no pensaban otorgarle ese lugar tan
fácilmente.
Volviendo al
caso de este artículo, un estudio sistematizado de los datos permite acercarnos
a cuáles eran las prioridades y preocupaciones centrales para el municipio, al
menos en el caso de Santa Fe. Tomando el número total dedicado a cuestiones de
vaquerías (50), luego clasificamos por problemática tratada. A simple
vista, el gráfico nos permite establecer un ‘‘índice de importancia’’ según el
cual la problemática que más ocupó a los miembros de la sala capitular fue el
de los litigios de la concordia, que se concentraron entre los años 1721-1722 y
1726, seguidos por el control de los excesos, las suspensiones o cierras de
vaquerías, las licencias (dadas o negadas), la obligación de asegurar animales
para el consumo de la ciudad y los controles sobre la propiedad del ganado
(marcas, señales, repartos, etc.). Luego
aparecen temas mucho menos importantes en este sentido, y también mucho más
particulares, como las recogidas que debían garantizar toros para las corridas
que se hacían en las fiestas del Santo Patrono, entre otras cosas.
Contabilizando los acuerdos capitulares dedicados al tema en general y
los concentrados en problemas derivados de la concordia, se puede confirmar que
estos últimos tuvieron mayor peso en los años señalados anteriormente,
existiendo un vacío entre 1723-1725.
Conclusiones
Luego de analizar los datos elaborados en
función de las actas del ayuntamiento santafesino, complementadas con la de su
par porteño, se puede llegar a algunas aproximaciones finales:
a) Las vaquerías tuvieron variantes productivas
(cacerías y recogidas de ganado salvaje, recolección de alzados, etc.) y
respondieron a distintos mercados (abasto de carne local, cueros, sebo y grasa,
además de animales en pie que servían para venderse o bien para repoblar
estancias donde escaseaban los vacunos). La desaparición del cimarrón dio lugar
a la consolidación de otras prácticas pecuarias como las recogidas de animales
dispersos, las faenas en territorios con abundante stock ganadero (Entre Ríos, Banda Oriental, etc.), la mayor
presencia de vacunos en los establecimientos productivos y la configuración de
ciertos espacios como las estancias de alzados.
b) El cabildo supo tener múltiples atribuciones
(que iban desde el remate del derecho de abasto de carne hasta los ajustes de
cueros, pasando por la organización de expediciones productivas, la concesión
de licencias, el control de las faenas, entre otras), que respondían a sus
principales preocupaciones como conseguir los bovinos suficientes como para
alimentar a toda su población. Todos estos rasgos se pueden ver en las intervenciones
directas sobre las faenas y también en las negociaciones de la concordia.
c) La concordia viene a representar una especie
de acuerdo entre tres partes, todas con representación en las negociaciones,
pero nunca con el mismo peso. La diferencia de importancia puede notarse sobre
todo entre Buenos Aires y Santa Fe, ya que la primera no solamente se quedaba
con más ganado de los repartos (debido a su mayor población e importancia
estratégica para la Corona), sino que cuando aceptaba ciertos reclamos del otro
municipio por lo general terminaba volcando la balanza a su favor mediante
otros mecanismos como la fijación de precio a las cabezas de ganado recogidas.
Por otra parte, es muy notoria la mayor intervención de Buenos Aires en la
organización de las prácticas productivas y la repartición de haciendas, sobre
todo cuando se trataba de las que se llevaban a cabo en la Banda Oriental del
Río de la Plata.
Luego de plantear estas conclusiones, pienso
que sería enriquecedor completar lo propuesto con investigaciones futuras que
trabajen más la problemática puntual de la concordia desde la óptica de los
porteños, o bien desde fuentes pertenecientes a la Compañía de Jesús. Además,
resulta interesante intentar acercarse a otros temas relacionados como la
evolución del ganado bovino en las unidades productivas de la región durante
este período, para poder ver si hubo o no incidencia del proceso sobre las
actividades económicas concretas.
Fuentes y bibliografía
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[1] Profesor en
Historia egresado de la Universidad de Morón (UM) y especialista en Ciencias
Sociales con mención en Historia Social por la Universidad Nacional de Luján
(UNLu). Se encuentra finalizando la carrera de Maestría en Ciencias Sociales
con mención en Historia Social (UNLu). Se desempeña como docente en la cátedra
de Historia de América I (UM) y en los seminarios de investigación I y II en la
Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Ha realizado varias publicaciones y
exposiciones relacionadas al tema del artículo.
[2] Halperín
Donghi, Tulio (2010). Historia
contemporánea de América Latina. Buenos Aires, Alianza Editorial, p. 41.
[3] Fradkin,
Raúl (2000). ‘‘El mundo rural colonial’’, en Tandeter, Enrique (director). Nueva Historia Argentina. Tomo II: la
sociedad colonial. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, pp. 270-271.
[4] Garavaglia,
Juan Carlos (1999). Pastores y labradores
de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense (1700-1830).
Buenos Aires, Ediciones de la flor, pp. 216-218.
[6] Pelozatto
Reilly, Mauro Luis (2015). ‘‘El Cabildo, los vecinos y la utilización de la
‘otra banda’ como territorio alternativo en la economía rural colonial. Buenos
Aires y Santa Fe durante la extinción del ganado cimarrón y las vaquerías
tradicionales (1720-1750)’’, en Estudios
Históricos, Nº 14.
[7] Archivo General de
la Nación (AGN).
Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires (AECBA), Serie II, Tomo V, p. 223.
[12] Mayo, Carlos
(2004). Estancia y sociedad en la pampa
(1740-1820). Buenos Aires, Editorial Biblos, p. 39.
[13] Pérez,
Osvaldo (1996). ‘‘Tipos de producción ganadera en el Río de la Plata colonial.
La estancia de alzados’’, en Azcuy Ameghino, Eduardo (director). Poder terrateniente, relaciones de
producción y orden colonial. Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, p.
166.
[15] Pelozatto
Reilly, Mauro Luis (2015). ‘‘El Cabildo de Buenos Aires y la economía rural:
las recogidas de ganado y el abasto dentro de su jurisdicción, 1723-1750’’, en Carta Informativa XXXVII de la Junta de
Estudios Históricos del Partido de La Matanza, pp. 7-42.
[18] Birocco,
Carlos María (2003). ‘‘Alcaldes, capitanes de navío y huérfanas. El comercio de
cueros y la beneficencia pública en Buenos Aires a comienzos del siglo XVIII’’,
en III Jornadas Internacionales de
Historia Económica, Asociación Uruguaya de Historia Económica, p. 1.
[19] Pelozatto
Reilly, Mauro Luis (2014). ‘‘El Cabildo, la ganadería y el abasto local en el
litoral rioplatense, 1723-1750’’, en Actas
de las Quintas Jornadas de Historia Regional de La Matanza, pp. 230-244.
[20] Archivo
General de la Provincia de Santa Fe (AGPSF). Actas del Cabildo de Santa Fe
(ACSF), Tomo IX, folios 11-13B.
[23] Dupuy,
Andrea (2010). ‘‘El estanco de la carne y su crisis en Buenos Aires colonial
desde una visión comparativa’’, en Revista
Brasileira de História, Nº 60, pp. 211-231.
[35] Ibídem, p. 410. Se aclara que todavía en 1724 la plaza de
Montevideo correspondía a la jurisdicción de Buenos Aires, hasta que dos años
después empezara a funcionar su cabildo autónomo de ésta.
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